No se trata de querer ser madres perfectas

No se trata de querer ser madres perfectas.

Querer ser madres perfectas es otro de esos espejismos que inconscientemente convertimos en nuestro Santo Grial.  Es un mito, es un mal.

Es un bloqueo y una lucha constante que no nos permite abrirnos como seres humanos, ser reales y disfrutar.

Con el tiempo y los hijos he aprendido a tomar la soberana imperfección como un incentivo.

Pues es de mi propia y amplia imperfección que nace mi tenaz deseo de aprender.

Aprender sobre temas que me ayuden a entender mis propias emociones y a regularlas desde dentro.

Aprender a desprenderme de los prejuicios y los estereotipos para vivir una maternidad más plena.

Aprender a ponerme en el lugar de mis hijos y tratar de ver el mundo como ellos lo ven y ser más compasiva.

Aprender a apreciar los pequeños momentos, pues bien como dicen, son los grandes momentos.

No se trata de querer ser madres perfectas

Sino sobre aprender diferentes formas en que puedo manifestar mi amor por ellos de manera que ellos de verdad lo sientan.

Aprender a escucharlos. A poner real atención y a estar presente.

Aprender a darme espacio a mí misma, para reencontrarme y reconectar cada vez que lo necesite.

Aprender a hablar de manera que mis palabras eduquen, motiven, refuercen la autoestima y no hieran.

Aprender a mirarme a mí misma y explorar cómo contribuir yo para recibir menos resistencia de parte de ellos.

No se trata de querer ser madres perfectas

Sino sobre aprender sobre temas intimidantes para dar respuestas completas y edificantes.

Aprender sobre mi, ser consciente del viaje en el que estoy y de la gran influencia que tiene sobre otro ser humano las decisiones que tome cada día.

Ser mamá no es una camisa de fuerza para ser perfecta.

De la manera en que lo vivo y lo siento, es la mayor oportunidad que he tenido en mi vida de abrir mi mente y mi corazón a aprender y a mejorar.

madres perfectas

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