El tanteo de límites es algo normal en la relación padres / hijos. No sólo es parte de la misma relación sino que además es necesario.
El niño necesita conocer el mundo a través de sus padres, provocar y ver reacciones, tomar notas de ellas, hacer todo lo contrario a lo que le dicen sólo para ver qué pasa si….
Nosotros tenemos que ser concientes de no etiquetar a nuestros hijos pequeños como malcriados, ni ingratos, ni desobedientes. Sólo están experimentando.
Ahora, en medio de este período “experimental ” de ellos (que va desde que nacen hasta que se hacen adultos) nosotros tenemos que definirle los límites, darles las pautas adecuadas, y sobre todo darles los elementos que ellos necesitan para construir e interpretar, no sólo el mundo a su alrededor sino, y más que nada, la imagen de sí mismo.
¿Y cómo se logra ésto?
Pues manejando las luchas de poder o esas provocaciones en las que a veces caemos de manera inteligente, constructiva y positiva.
Primero veamos qué es lo que normalmente hacemos:
¿Sabías que un niño escucha en promedio 14 veces más comentarios o palabras negativas que positivas? Eso quiere decir que de cada 10 palabras o comentarios positivos hay 140 negativos (sólo para aclarar el número)
Si hoy mismo pusieran una cámara en tu casa, sin importar si tu hijo tiene 2 ó 16 años, ¿Cuantas veces te grabarían diciendo NO y NO HAGAS?
Eso tiene 3 consecuencias directas principales:
1. Los confunde:
Especialmente para niños pequeños (aunque no exclusivamente) que le digas que no haga algo resulta confuso porque tiene que hacer un doble procesamiento: primero piensa en lo que le dijeron que NO haga y luego tiene que pensar en qué se supone que Sí debe hacer.
Si le dices a tu hijo “no te sientes así”, él va a pensar, “ok, no quiere que me siente como estoy ahora, entonces ¿Cómo debería hacerlo?”. Si tú no le dices cómo, él no va a saber cuál es la manera correcta o al menos la que quieres tú.
2. Refuerza la conducta negativa:
Si en vez de decirle a un niño lo que Sí deseas que haga, le dices lo que NO deseas que haga, ya puedes deducir cuál idea se le va a quedar grabada.
“No comas tanto dulce” a él se le quedarán grabadas las dos palabras principales: comas – dulces.
“Vamos a comer frutas” a él se le van a quedar las mismas dos palabras principales: comer – frutas.
Lo desconectas del famoso dulce que quieres que pare de comer y lo invitas a lo que deseas que haga que es comer frutas.
El cerebro es complicado pero a la vez es muy simple.
Como el típico “No pienses en un elefante rojo” ( El tuyo es grande o pequeño?).
3. Es desalentador:
Si en tu trabajo el 90% de las cosas que dicen de tí o te dicen a tí son negativas, ya sea criticando lo que haces, diciéndote que lo que haces está mal, puntualizando lo que no debes hacer, es probable que no vayas a trabajar feliz brincando en una pata.
Vas a sentirte desvalorizado, enjuiciado, atacado, sin motivación. Total, si prácticamente todo lo que te dicen es negativo, ya ni para qué hacer el esfuerzo.
Para sobrevivir terminas desconectándote emocionalmente de ese ambiente o esas personas que sólo parece que ven en tí lo negativo y sencillamente cada vez te importa menos lo que digan o piensen.
Pues lo mismo pasa con nuestros niños. Sólo que en su caso no se lo dice un jefe o unos compañeros sustituibles y circunstanciales, sino papá y mamá que son su máxima fuente de amor, aceptación y valoración.
A la larga ésto resulta se un golpe muy fuerte a su auto estima y afecta de manera determinante su desenvolvimiento como adultos en la sociedad.
Pero no te preocupes, que no todo está perdido.
Aún hayas reconocido o te empieces a observar y te des cuenta de que tu forma de comunicarte con ellos es más negativa que positiva o de que terminas sintiendo su provocación como personal y reaccionas atacándolos o desafiándolos tú a ellos también, hay formas simples (aunque no tan fáciles) de cambiar ese esquema que puede llegar a hacerte sentir que tu casa es la sede principal de un pleito eterno.
Existen algunas palabras o frases sencillas que si las usas, estarás no sólo previniendo el conflicto y el tira y jala enredados en la lucha de poder padre/madre – hijos , sino que le regalas a tu hijo una forma sencilla y positiva de verse a sí mismo y a la vida misma.
1. Piensa y dí lo que Sí quieres que tu hijo haga:
En vez de decir: “no te pares en el sofá”, dile “el sofá es para sentarse, por favor siéntate”.
Fíjate que formular esta idea en tu cabeza también requiere un doble procesamiento, pero como ya eres adulto lo vas a poder hacer con más facilidad.
Ves a tu hijo comiendo con la boca abierta y piensas inmediatamente decirle: “NO comas con la boca abierta”.
Pero, tan pronto te des cuenta, respira y piensa ¿Qué es lo que Sí quieres que haga?, ¿Que coma con la boca cerrada?, pues dile, “cuando comas mantén tu boca cerrada por favor”. y si quieres y es pequeño le haces un demo haciéndolo tú.
2. Cambia el formato:
En vez de decir: “hasta que no limpies tu cuarto no hay parque“, dile “tan pronto limpies tu cuarto nos vamos al parque y vas a poder montarte en todos los juegos“.
O ésta, muy común con niños pequeños: “no pintes las paredes”, dile “si quieres pintar vamos a hacerlo en este papel o en la pizarra“.
Incluso, si te sientes en el nivel de paciencia necesario completas la idea: “cuando termines de pintar entonces limpiamos las paredes para que nuestra casa esté limpia“. Sí, estoy llevándolo al máximo, pero al final ese es nuestro trabajo.
Ésto no se trata de que NUNCA digas que no. El NO es imprescindible.
En algún momento le vas a tener que decir: “Escúpelo rápido que eso NO se come” o “No te vas a ir manejando”. De hecho vendrán miles de oportunidades más donde sólo ésa será la respuesta.
Lo importante de todo ésto es que trates de hacerte conciente de cuántas frases, ideas y palabras puedes sustituir para hacer la comunicación con tus hijos más clara, positiva, reafirmante y motivadora y así, desde tu propia conciencia, empezar a actuar cada vez que puedas.
Aún sabiéndolo, no siempre tenemos en el ánimo ni en el corazón lo necesario para que sea posible esta comunicación positiva al 100%. No es nada fácil ni se logra en dos días.
Sin embargo, sólo disponernos a practicarlo lo suficiente, observarnos y tener la intención de modificar nuestra propia forma de actuar hasta que logremos bajar la proporción del 14 veces más No que Sí en un día es ya un gran paso para nosotros y tremendo beneficio para nuestros hijos.