La realidad oculta al buscar colegio para tus hijos por primera vez

La realidad oculta al buscar colegio para tus hijos por primera vez

La misión auto asignada del momento podría parecerle prematura a las nuevas madres que me siguen, sin embargo, las que están acompañándome ya desde un tiempo considerable hacia acá seguro que se lo encontrarán bastante predecible.

Mi hijo mayor entra este año a su último curso del preescolar así que ya para agosto del 2014 entrará a Básica y por lo tanto estoy “En busca del colegio ideal”, cual película de Indiana Jones.

Así que un año y medio antes del suceso decido que ya estoy “tarde” para elegir y anotarlo en la lista de espera.

Les cuento que mi esposo y yo hicimos una evaluación a distancia y por referencia de amigos de todos los colegios que consideramos dignos de tomar en cuenta hasta que decidimos ir tachando y sólo evaluar exhaustivamente los Top 2.

Pedimos cita en uno y en otro y, como era de esperarse, yo llevaba mi listín de preguntas mentales que si tosía se me olvidaban porque no quería llevarlas anotadas en el celular para no pre condenar a mis hijos a ser identificados por los directivos como los hijos de “la mamá del icuestionario” (las tecnológicas y usuarias de iphone seguro se llevaron ésta).

A la primera opción tuve que ir sola porque mi esposo estaba fuera de la ciudad y nos dieron la brecha de la cita ese mismo día. ¡Qué error! No estaba preparada para lo que me pasó.

Pensé que iba a hacer mil quinientas preguntas, me las iban a contestar, yo iba a seguir indagando y luego me iba a llevar todo lo que tuvieran escrito sobre la institución para separarlo en átomos ya en la tranquilidad de mi hogar.

En realidad lo que viví lo puedo comparar con lo siguiente: estoy de noche, en una calle oscura, quiero cruzar una intersección manejando y escucho un ruido de un vehículo. De lejos veo que es una luz así que asumo que es un motor y calculo que me da chance a “meterme”, sin darme cuenta que lo que venía era un patana con un sólo bombillo y ya cuando estaba en el medio y no podía hacer nada al respecto sólo pude sentir el impacto de algo que definitivamente no esperaba. (Bien gráfico, ¿No?).

Pues les cuento que mientras me iban dando el tour imaginaba a mi Rayito del Sol pequeño e indefenso en este mar de espacio abierto, con tantos otros niños y adolescentes intimidantes, entrando a este mundo lleno de exigencias y adultos que no lo conocieron cuando era el bebé con los ojos y las pestañas más hermosos del mundo, que no tienen un lazo con él y no lo besarán y abrazarán cuando llegue cada mañana. Para él son tan importantes los besos y abrazos…..

A medida que me enseñaban la cafetería, la biblioteca, el campo de fútbol, la cancha, las aulas, en cada espacio me imaginaba a mi flaquito con los ojos como Candy Candy inundados en lágrimas, perdido, pensando en sus amigos, sus seños y por qué no están ahí con él cuando más los necesita. !Qué dolor!

Seguí caminando con la coordinadora que me estaba dando el tour y, aunque todo me lo encontraba super interesante y en realidad muy completo, pensé en los años tan difíciles que le espera, en las estrategias que tendrá que desarrollar para sobrevivir en ese mundo, en la realización, en el logro de metas, en la libertad y la autonomía que experimentará, en cada pequeña decisión que tendrá que tomar.

Serán los años donde se diferenciará de los demás, donde descubrirá y formará su persona, donde sentará las bases de una vida con calidad, donde encontrará la diversidad que existe en el mundo y donde aprenderá tanto a aceptar como a ser aceptado.

En un momento ella se me quedó mirando a punto de preguntarme si sería verdad que era llorando que yo estaba y yo dentro de mí tratando de darle un “undo” a las lágrimas que tenía agarrada entre las pestañas de abajo porque no quería que le plantara una X a mi solicitud por yo estar de trágica.

Es mi naturaleza: yo exagero. No es que intento cambiar, realmente nunca me ha interesado, me siento bien sobre analizando y siendo semi neurótica. De hecho creo que esa cualidad le pone un twist a mi sentido del humor y a preveer todo tipo de catástrofes de índole universal, sin embargo, podría poner a la coordinadora a imaginarse que tendría que tener una silla en su oficina exclusiva para mi y mis “necesidades” y eso no le iba a llamar mucho la atención.

Terminó el tour y yo sólo pensaba: “Debí cambiar el día para cuando mi esposo pudiera ir”. Ya sabía yo que desde que entrara al carro iba a llorar como si me hubieran hecho algo y necesitaba que él me dijera que la escuela era algo positivo, que si yo pretendía que él no aprendiera y se quedara en la casa hasta que tuviera bigote y entonces viniera una fulana de tal y lo enredara de tal manera que como quiera lo iba a tener que dejar ir.

Que no podía tener miedo porque millones de niños van a la escuela y el mío no puede ser el único que tenga de mejor amigo en clases al AntiCristo.

A veces sus comentarios son aplicando sicología inversa pero de alguna manera es lo que necesito de él y justamente lo que necesitaba en ese momento.

Todavía no le he dicho nada acerca de este peso que cargo en el pecho porque no quiero durar año y medio con la cantaleta de mi pánico escénico y pintando escenarios donde La Divina Comedia parece el intermedio relax de mi obra, así que prefiero acumularla y que explote a su debido tiempo, así él sólo tendrá que lidiar con mis tragedias una sola vez, de una buena vez, cada vez, para cada minúsculo caso que implique un ápice de independencia de mis hijos.

Al segundo colegio fuimos juntos, vimos, escuchamos, analizamos, sobre pregunté y ahora a decidir. Gracias a Dios que para pasar este calvario con el segundo de mis hijos ya la decisión del colegio estará tomada y habré tenido 3 años para prepararme mentalmente pues ya sé a lo que voy emocionalmente, espero que mi esposo también esté claro de lo que le espera conmigo.

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