A veces me gusta compartir con ustedes estas pequeñas reflexiones que hago porque veo que resulta muy rápido y conveniente asumir que lo que suena por ahí o dicen los medios o de hecho promueven profesionales es “la verdad”.
Vi un artículo rodando por redes que tenía como título algo como que los niños de ahora son una “generación de ñoños“. Lo leí por encima porque andaba rápido y ya luego no lo encontré otra vez.
Me llamó la atención dos cosas: la primera es que con sólo leer el título te haces un juicio del artículo precisamente porque es un concepto que nos han vendido tanto que ni siquiera nos genera curiosidad, somos una generación de ñoños y es verdad y punto.
Lo segundo es que el enfoque del pensamiento popular para afirmar eso se basa en asuntos de antaño, como que si nuestros padres lavaban en el río, cargaban agua, caminaban 4 km par ir a la escuela, estudiaban e iban a sembrar la tierra o a trabajar en el negocio de la familia, etc.
Es decir, nos basamos en cuestiones como la falta de recursos económicos, atraso tecnológico, falta de medios de comunicación y ese tipo de cosas para decir que antes la juventud era más “trabajadora” que ahora.
Sin dudas el trabajo físico era mayor en un porcentaje X de la población, pero el trabajo como tal no estoy de acuerdo.
Por lo menos antes terminabas de trabajar en algún punto del día, ahora entre internet, celulares y los emails del jefe, la oficina y los problemas son capaces de sacarte de tu cama y no dejarte siquiera dormir.
Aún teniendo mucho qué decir al respecto me quiero enfocar en los niños “ñoños” de hoy versus los que se iban a pie a la escuela y cargaban agua.
En nuestro país RD y me atrevo a decir que la mayor parte de América Latina , hace 30 ó 40 años, una familia promedio estaba formada por papá (que trabajaba en la calle y cubría las necesidades materiales), mamá (que atendía la casa, acompañaba y criaba a los hijos) y los hijos que trabajaban el oficio aprendido e iban a la escuela.
Había además una señora o hermana de crianza que ayudaba en todo y se moría de vieja con uno. Podría tal vez aparecer una tía medio sin esperanza de marido que atendía a esos hijos como si fueran de ella y si la mamá daba a luz, el barrio se le iba encima a la casa, al marido, y a los otros hijos a sí como a cualquier otra potencial preocupación, sólo para que ella se concentrara en ese bebé y sus necesidades.
Los niños se criaban jugando en el patio de la casa (que todo el mundo tenía) y entre los patios de los vecinos el santo día y hasta había que amenazar para que entraran a comer porque sencillamente era tan bueno jugar….Cualquier encontronazo con algún amigo o hermano se resolvía entre ellos porque si iban con la queja a donde mamá, que estaba tan ocupada en la casa, es probable que se suspendiera el juego y viniera cualquier reprimenda.
Es verdad que los padres antes no eran una explosión de afecto, sin embargo, estaban ahí todo el tiempo, presentes y lo más importante de todo, el hijo sabía que estaban AHÍ aunque nada más fuera para verlos de lejos.
Existe la expresión de que los niños vivían “entre la falda de su mamá” y la mayoría esperábamos con ansias a papá a que llegara del trabajo para quitarle los zapatos y recibir un dulce, un moneda o hasta una vuelta en el carro. ¡Qué tiempos aquéllos visto con los ojos de niño!
Los domingos eran para la familia y la gente hacía lo mismo porque no habían muchas opciones pero cuando “lo mismo” se refiere a jugar, comer, hablar, ir a la misma heladería o la pizzería todos juntos o sencillamente verse la cara pues ni tan malo es.
Los niños recibían lecciones y disciplina directamente de sus padres, a veces por la ignorancia respecto a los efectos del maltrato físico y emocional, se pasaba la mano, pero no por falta de amor y convicción de que se estaba haciendo lo correcto. Esta disciplina directa era consecuencia de la simple supervisión constante que se mantenía en el hogar.
Los niños de otras generaciones, aquéllos niños que NO son ñoños, aquéllos que son “fuertes”, criados con rectitud y pasando trabajos, a mi me parecen más como dignos de envidia por los de esta generación pues fueron niños acompañados, supervisados y con un modelo de familia con roles claros.
¡Qué triste que sean dignos de envidia por los niños “ñoños” de ahora!.
Los niños de esta generación, prácticamente abandonados por las jornadas laborales interminables de ambos progenitores, criados y supervisados por una persona de servicio desconocido que cambia cada 3 meses, disciplinados por lo que pudiera hacer un profesor en la escuela con él y otros 40 otros niños por tanda.
Niños que les llega la noche y ni siquiera han visto a sus padres, que tienen padres con un nivel de estrés tan alto que no tienen la capacidad ni el tiempo de detenerse y verle su carita llena de anhelo por lo menos una vez al día.
Niños que han tenido que bandeársela solos, con otros niños como “consejeros”, que no tienen falda de mamá para enredarse, esconderse o sencillamente sentirse seguros frente a cualquier amenaza. Niños que han tenido que asumir grandes responsabilidades a muy corta edad y sentir la presión de lo que se espera que hagan con ella sin estar preparados y ni siquiera entenderla.
– “¿Cómo es que le has comprado un celular a tu hijo?, ¿Qué hace un niño de 8 años con un celular?”. Le pregunto a una conocida.
Me contesta: –” Es para que me llame cuando tenga que recogerlo porque a mí se me olvida a cada rato en el atareo”.
¡Que responsabilidad tan grande tiene este niño!. Recordarle a sus padres que él existe y no está en la casa, pero que no se le ocurra chatear que a eso sí le ponen un bloqueo, después de todo, hay que tener control de lo que hacen.
Es verdad que existe mucha presión económica y social, que un solo progenitor trabajando casi nunca da para sobrevivir, que hubo que inventarse salas de tarea porque ya ni eso podemos hacer, que hubo que crear guarderías porque cuando todavía te sientes los puntos del parto y ni has acabado de cogerle el gusto a la lactancia ya tienes que irte a trabajar 10 horas al día lejos de tu bebé.
Es verdad que hemos tenido que hacer maestrías y ya ni en las noches estamos en casa porque si no, hay 30 que sí las tienen y no conseguimos trabajo. Todo lo que podamos pensar al respecto es probable que tengamos razón.
Pero también es verdad que las víctimas principales del sistema de vida que llevamos son estos niños que hemos traído al mundo a luchar por lograr un vínculo con sus padres, a sobreponerse al abandono cada vez que uno sale a trabajar, a tragarse a una cuidadora porque es la que podemos pagar y es sólo una extraña que con suerte acaban asumiendo como “mami” y hasta así la llaman porque no les ha quedado de otra que aferrarse a aquéllo con lo que tienen más contacto y mejor cogerle cariño.
También es verdad que estos niños se pasan la vida compitiendo con el mundo por una esquinita de tiempo con sus padres y hasta llegan a provocar actos de violencia o agresión hacia a ellos como una manera de suplicar por atención, cualquier tipo de atención. Ya los pobrecitos la aceptan aún si fueran maltratados. Total, peor es sentirte invisible.
Realmente resulta difícil encontrar ganadores en este juego de la vida.
Estamos también los padres que sufrimos en esta batalla y nos partimos en veinte para minimizar el efecto que la vida moderna tiene al separarnos como familia. Pero ya ese es otro tema.
Quisiera que la próxima vez que miremos a nuestros hijos, los miremos con otros ojos. No juzgándolos ni llamándolos vagos, holgazanes o ingratos. No pensemos en ellos como que se la han ganado fácil y son sólo “ñoños”.
Más bien mirémosles con compasión, con dulzura y con amor, no importa la edad que tengan, pues para ellos realmente no ha sido fácil. Ellos no han sido tan privilegiados como los que les precedieron.
Es probable que dentro de sí y, aún sin saberlo, suspiren por pasarse el día en el patio, jugando con palitos y tierra, con un trapito como ropa, cargando agua de un tanque para cocinar y llevándosela a mamá que está siempre ahí, a la vista, afanada preparando todo para cuando llegue papá del trabajo y, como todos los días, les traiga el dulcito que tan ansiosamente esperaban.